jueves, 2 de septiembre de 2010

PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO

El patrimonio arqueológico es parte integrante de nuestro abundante y variado patrimonio cultural. Lo conforman todos aquellos bienes culturales muebles (que pueden ser trasladados de un lugar a otro: ceramios, textiles, artefactos líticos y de madera, material óseo, etc.) e inmuebles (que no pueden trasladarse: templos, palacios, centros urbanos, cementerios, andenes, canales de riego, caminos, etc.) producidos por nuestros antepasados, en la época prehispánica.


La Dirección de Arqueología del INC se encarga de conservar, restaurar y poner en valor el Patrimonio Arqueológico Inmueble. También propone los sitios y monumentos arqueológicos prehispánicos que deberían ser considerados como Patrimonio Cultural de la Nación.

En razón a la diversidad geográfica del territorio peruano, se encuentran evidencias de Patrimonio Arqueológico Inmueble a lo largo de valles costeños e interandinos, desiertos, cerros, punas, selvas, muchas veces coexistiendo con las poblaciones actuales en los centros urbanos (ciudades) y rurales (el campo).

Para fines de estudio y conservación nuestro Patrimonio Arqueológico Inmueble se clasifica en:

Zonas arqueológicas monumentales: Son los conjuntos arqueológicos cuya magnitud los hace susceptibles de trato especial en lo que ha investigación se refiere. Su fisionomía debe conservarse por las siguientes razones:

Poseer un valor urbanístico de conjunto.

Poseer un valor documental, histórico-artístico y/o un carácter singular.

Contener monumentos y/o ambientes urbano-monumentales.

Sitios arqueológicos: Todo lugar con evidencias de actividad social con presencia de elementos y contextos de carácter arqueológico-histórico, tanto en la superficie como subyacentes.

Zonas de reserva arqueológica: Son aquellos lugares que por haber sido investigados intensivamente deben reservarse para el futuro, en tanto se desarrollen nuevas técnicas de investigación.

Elementos arqueológicos aislados: son los restos de actividad humana de época prehispánica que, por situaciones culturales o sociales, se manifiestan en la actualidad de manera aislada o descontextualizada.

Paisaje cultural arqueológico: son las áreas producidas por la mano del hombre o por la combinación de la misma con la naturaleza que tengan un destacado valor desde los puntos de vista arqueológico, histórico, estético, etnológico o antropológico. Se consideran como tales la infraestructura agraria, es decir, andenes, terrazas, canales y afines; así como las redes viales, los campos de geoglifos y/o petroglifos.

Objetivo final: la puesta en valor
Las zonas arqueológicas se recuperan con el fin de ponerlas en valor. Es decir, darles un uso social, que puedan ser apreciadas y disfrutadas por todos. Cercadas, señalizadas, iluminadas, declaradas y delimitadas. Al proteger estas fuentes de orgullo y conocimiento ancestral estamos convirtiendo los monumentos arqueológicos en atractivos arqueológicos.

Fuente INC

La participación de las castas en la rebelión de Túpac Amaru II

La rebelión de Túpac Amaru II (1780) en la zona sur del Perú, fue una anticipación del movimiento independentista. Este inicio, predominantemente indígena, proponía la restauración del estado inca con una necesaria integración de las culturas propias del mestizaje iniciado con la conquista española. Los criollos, mestizos, negros, zambos, mulatos e incluso algunos españoles tendrían participación en esta propuesta de gobierno de liderazgo amerindio. Una prueba al respecto. El 23 de Diciembre de 1780, Túpac Amaru II anunciaba en el edicto emitido en la Provincia de Chichas que: “El amparo, protección y conservación de los criollos, de los mestizos, zambos e indios en su tranquilidad, por ser todos paisanos y compatriotas, como nacidos en nuestras tierras y de un mismo origen de los naturales, y de haber padecido todos igualmente dichas opresiones y tiranías de los europeos”.


Según el Padrón de 1784, que indica la situación demográfica en el sur del Perú, un año después de la derrota de la Rebelión de Túpac Amaru II, la población estaba distribuida de la siguiente manera: “Españoles 21 074 (30%) Mestizos 9 676 (14%) Indios 32 009 (46%) Negros libres 546 (0,8%) Negros esclavos 1 865 (2,7%) Mulatos y zambos libres 3 046 (4,3%) Mulatos y zambos esclavos 1 031 (1,5%) Españolas 17 980 (31%) Mestizas 9 182 (16%) Indias 23 938 (42%) Negras libres 528 (0,9%) Negras esclavas 1 423 (2,5%) Mulatas y zambas libres 3 100 (5,4%) Mulatas y zambas esclavas 936 (1,6%)” Una pregunta es necesaria ¿Con cuántos adeptos contó el rebelde durante su movimiento?

Desde 1776 circulaban algunas “profecías” atribuidas a Santa Rosa de Lima y San Francisco Solano. En ellas se anunciaba que “el (año) de los tres sietes (1777) el reino volvería a su antiguo ser, se reconocería un Rey Inca”.

El trabajo titulado “Sanra Rosa de Lima y la Política de la Santidad Americana” de Ramón Mujica Pinilla, resalta “En plena época borbónica, la nobleza indígena también le atribuyó a santa Rosa una profecía política apócrifa, con contenidos políticos reivindicatorios, que terminó por movilizar muchas de las conspiraciones y rebeliones indígenas del Perú preindependentista, desde 1750 hasta 1783. Según la profecía después de dominar los reyes de España tanto tiempo como los incas, el cetro caería de manos de los monarcas hispanos y el antiguo Tawantinsuyo sería restaurado por un inca” (Stevenson 1825, pp. 290-291; Mujica Pinilla, 2001, pp. 340-347). Al respecto, se puede encontrar valiosa información en “Poemas y canciones en honor de Santa Rosa: Profecias del pasado, voces del presente” (1993) del investigador Luís Millones.

Existía, entonces, la creencia en Paucartambo, Arequipa, Huarochirí, el centro y el norte del Perú; que habría movimientos políticos, enfermedades hambre, escasez y muerte.

¿Cómo se conoció de las profecías entre el común de la gente? La investigadora Olinda Celestino narra en “Relaciones Incas – negros y sus resultados en el Capac negro y los negritos” (2004) el caso de un mestizo de nombre Juan de Dios Tupa Orcaguaranca Espinoza, de 37 años de edad, viudo y de oficio plumario; quien libando licor en una chichería del Cuzco con un indio noble del lugar (el cacique de Paucartambo de apellido Espinoza), hizo referencia a la profecía y por, no haber creído en ella, el cacique insultado como “zambo, hijo de negra e indio” en una discusión que casi termina a golpes. Celestino infiere: “En las chicherías, en medio de la música y el consumo de licor, se perdía la discreción”.

Sabiendo que los indios “eran muy adictos a los simulacros de Cristo y su Santísima Madre y acérrimos seguidores de las tradiciones” preocupado y deseando acabar con la agresividad de estos y los negros (“furor caribe”) el Obispo del Cuzco, Juan Manuel Moscoso y Peralta, programó procesiones como la del “Señor de los Temblores” siguiendo una ruta que permita a los pobladores apreciar las cabezas en picas de los revoltosos, mostrado así la eficacia de la represión realista. Algunos estudiosos del tema notan que existe relación en el tiempo y el espacio entre la milagrosa aparición del “Señor de Ccoyllor Ritti” (fines del siglo XVIII) y la lamentable culminación de la rebelión del cacique.

Haciendo una revisión de los documentos de los juicios a los 73 reos involucrados como dirigentes en la rebelión, se puede notar la diversidad en la composición racial de la dirigencia. Micaela Bastidas es llamada “zamba”. Se indica que uno de los hijos de Túpac Amaru II se casó con una negra, y que los personajes más cercanos al líder fueron negros.

Además señalan que el servicio doméstico del líder rebelde (cocineros, vigilantes, guardianes, etc) estuvo constituido por negros. Además se acusa que los esclavos negros con la ayuda de sus hechiceros protegían con sus magias a los rebeldes para volverlos invulnerables.

Nótese que la discriminación a que estuvo sometida la población negra durante la colonia también se nota al interior del movimiento. Muy a pesar de la promesa de libertad dada por Túpac Amaru II, el movimiento no superó del todo esta característica discriminatoria. Al concluir la revuelta, la mayoría de esclavos fueron absueltos y devueltos a sus amos.

A continuación algunos participantes de castas diversas:

• Cristóbal Rafael, zambo cuzqueños de 40 años de edad. Casado y sastre. Residente de Pampamarca. Cómplice de Túpac Amaru II a quien sirvió como portero y vigilando prisioneros. Fue sentenciado a 2 años de cárcel en el Callao.

• Antonio Oblitas, Cuzqueño criado en Arequipa. Mulato libre. Casado con Pancha Valverde del Cusco. Pintor. Dibujó un lienzo de Túpac Amaru II montando un caballo con insignias reales. Micaela Bastidas lo calificó como zambo. Fue quien ahorcó al Corregidor Arriaga, de quien fue criado; aceptó haber peleado en Sangarará. Torturado delató a otros participantes. Fue ahorcado. Su cabeza fue colocada en Tinta, un brazo en Tungasuca y el otro en el camino a San Sebastián.

• Josef Manuel Yepes, negro africano de Guinea. Residente en Pomacanchi, de 26 años de edad. Soltero. Esclavo de don Vicente Yepes; Participó en la rebelión al ser forzado a salir de la hacienda de su amo para ir a Tinta y encargarse de la cocina de los revolucionarios. Fue absuelto.

• Pedro Pablo Tagle. Nacido en Rioja (Tucumán). Negro esclavo de don Miguel Tagle, arriero de 30 años. Acompañó a Túpac Amaru II portando arma blanca. Fue absuelto.

• Miguel Landa, africano de Guinea. 26 años de edad. Soltero. Esclavo de don Tiburcio Landa. Acompañó a Tupac Amaru. Fue absuelto y devuelto a su amo.

Martín Cabrejos Fernández

Profesor de Historia
Facultad de Humanidad
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo
Chiclayo-Perú

Sobre el peso real de la población negra en Hispanoamérica, el Perú y Lambayeque

Teniendo como base el trabajo titulado “La esclavitud en la América española” (2005) de José Andrés Gallego (también autor de “Recreación del humanismo desde la historia”) en “Religión, etnia y nación” de la Fundación Ignacio Larramendi (Madrid - España) y la investigación “Esclavos de Lambayeque” que realicé el año 2009; compartiré lo referente al peso real de la población negra en Hispanoamérica, el Perú y Lambayeque.


Conocer algunas cantidades nos permitirá aclarar muchas de nuestras ideas con respecto al número de negros en el ámbito materia de estudio. Sabemos que a nuestro país ingresaban por Paita y el Callao, que se dedicaron al trabajo de las plantaciones en las haciendas de la costa, al servicio doméstico y de oficios y a muchas otras labores que sus amos les encomendaban. Sabemos que muchos recibieron malos tratos y otros fueron bien tratados (especialmente en las haciendas jesuitas). Además, la letra de las Leyes de indias indican un espíritu paternalista de la corona española con respecto de la población negra (aunque en ocasiones los negros acudieron a litigios judiciales para hacer valer sus derechos) Pero ¿Cuántos fueron? ¿Qué porcentaje de la población representaron?

De los 9 391 100 negros que ingresaron al continente americano entre 1492 y 1870; llegaron a América portuguesa (Brasil) 3 646 800 negros, a América británica (Estados Unidos) 2 064 000, a América francesa 1 600 200, a América holandesa 500 000 y a América danesa 28 000 negros. Una idea a tomar en cuenta es que aunque los negros importados a Hispanoamérica llegaron como esclavos, no todos los negros fueron siempre esclavos y no todos los esclavos eran negros.

Se ha registrado, en este sentido, la existencia de una gama multicolor de esclavos como mulatos, zambos, “chinos”, mulatos cholos o “acholados”, zambos “aindiados”, e incluso mulatos “blancones” o simplemente blancos”. Entonces, no todos fueron negros.

Las formas diversas en que lograban su libertad serán materia de posteriores estudios, sin embargo es bueno señalar que entre los siglos XVI y XVII se tomó de la teología moral las razones teóricas del buen trato a los negros.

Hispanoamérica recibió 1 552 100 negros, de ellos 606 000 llegaron durante el siglo XIX. La mayor parte de la población negra estuvo siempre en Cuba a raíz del fortalecimiento del sistema de plantaciones. Otro destino de importancia fue Puerto Rico. En América central y del sur el número de negros nunca fue superior a 600 000.

Una aclaración, saber a ciencia cierta la cantidad exacta de la población negra es imposible. Los negros que ingresaron a nuestro continente tuvieron hijos, además la cantidad de mulatos fue incontable.

En documentos coloniales se nota como un grupo, en el registro de la población, a los “negros, mestizos y mulatos” que evolucionó a lo largo del tiempo, en América española, según las siguientes cantidades: en 1570 eran 260 000; en 1650 eran 1 505 000; en 1825 eran 10 378 000. Nunca hubo mayoría de población negra ni esclava en Hispanoamérica.

Una buena forma de comparar el peso de la población negra con respecto al total demográfico en Hispanoamérica sería comparándola con los demás grupos o castas. En 1570 habían 9 827 150 indios y 138 000 blancos; en 1650 habían 9 175 000 indios y 729 000 blancos; en 1825 habían 8 211 301 indios y 4 349 000 blancos.

Fueron diez los destinos hispanoamericanos para los esclavos negros. En nuestro caso, el Perú recibió en casi 400 años 95 000 esclavos importados, ocupando el sexto lugar. Cuba recibió 702 000; México 200 000; Ecuador, panamá y Colombia 200 000; Venezuela 121 000; Bolivia y el Río de la Plata 100 000; Puerto Rico 77 000; Santo Domingo 30 000; Centroamérica 21 000 y Chile 6 000.

Tomando en cuenta trabajos como “Asientos, Compañías, Rutas, Mercados y Clientes: Estructura del tráfico de esclavos a fines de la época colonial” (Ramiro Flores Guzmán – Lima – 2007) se puede afirmar que en Lambayeque (siglos XVII y XVIII) el promedio de la población era 35 mil. Los esclavos representaron el 14%. En 1793, el funcionario colonial Joseph Lequanda decía: “Se ven muy pocos libres. Casi todos son esclavos de haciendas de fabricar jabón, azúcar y panllevar…los mulatos y los zambos también están en cautiverio…los libres se mantienen de diversos oficios”

Por su procedencia eran: Congos, Minas, Carabalís, Ararás, Chalas, Angolas, Bantú, Cazimba, Auzaze, Tembo, Camerún, Sudán, Mandés, Mandinga, Malinka, Susú y Salima. Fueron ubicados en: Calupe, Pomalca, Cayaltí, Zaña, capote, Luya, Ferreñafe, Samán, Collud.Nampán, Focodán, Lanope, Callanca, entre otros lugares.

Martín Cabrejos Fernández

Profesor de Historia
Facultad de Humanidad
Universidad Católica Santo Toribio de Mogrovejo
Chiclayo-Perú


 

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