Nuestra participación y nuestra opinión para la protección del patrimonio cultural son importantes porque, en muchos casos, conocemos los problemas de cerca o estamos en el lugar de los hechos, de modo que la institución encargada puede beneficiarse con nuestros consejos y experiencias. Proteger nuestro patrimonio cultural no es tarea exclusiva del Estado ni del Instituto Nacional de Cultura, ni de cualquier otra entidad pública; es también responsabilidad de cada uno de nosotros.
El Estado solo no puede supervisar, vigilar, defender y promover porque sus recursos y su personal no son suficientes. No olvidemos que nuestro patrimonio cultural, compuesto por museos, sitios arqueológicos, monumentos, iglesias, casonas, edificios históricos, huacos, pinturas, esculturas, vestimentas, fotografías, monedas, libros, música, danzas, etc., está distribuido por todo el territorio. Sería imposible, pues, pretender que el Estado realice una labor de conservación, preservación y vigilancia efectiva sin contar con apoyo.
En realidad, se trata de establecer un proceso participativo entre el Estado y la comunidad para la protección y defensa del patrimonio cultural, es decir, involucrar a la población local, que conoce los problemas y las situaciones relacionadas con su propio patrimonio cultural y que puede, además, participar para modificar o mejorar determinados casos.
¿Cómo podemos participar en el conocimiento, valoración, promoción, difusión, conservación, protección y defensa del patrimonio cultural de nuestra propia comunidad? Pues bien, existen diversas maneras de hacerlo. Mediante la toma de conciencia, la denuncia, la consulta, la acción, la mayordomía, etc.
Toma de conciencia
Todos los ciudadanos debemos tomar conciencia acerca del valor que tiene el patrimonio cultural para la comunidad. Debemos entender que se trata de nuestra herencia cultural y que, como tal, forma parte de nuestra identidad nacional, regional y local y que, además, es vital para poder conocer nuestro pasado, saber cuáles son nuestras raíces y cómo podemos aprovechar lo que tenemos proponiendo diversos proyectos de desarrollo.
Debemos tener presente que el patrimonio cultural es frágil y no renovable; que su valor como tal va más allá de lo económico; y que bien utilizado puede traer progreso para la comunidad.
La denuncia
Es la manera más sencilla de participación ciudadana para proteger nuestro patrimonio cultural, pero la que menos practicamos por temor a represalias o por simple desinterés.
Hacemos una denuncia cuando comunicamos, a la institución cultural responsable, a la policía o al serenazgo, situaciones o hechos que afectan y/o dañan nuestro patrimonio cultural.
Los siguientes hechos son ejemplos de daños al patrimonio cultural y que por lo tanto, debemos denunciar:
Si un sitio arqueológico ha sido maltratado, está descuidado, vemos que la gente se lleva piedras u otros objetos del lugar, o si notamos la presencia de sujetos extraños en la zona.
Si en la iglesia del pueblo nos damos con la sorpresa de que uno de los santos del altar ya no está, o que falta alguna imagen sagrada en uno de los nichos, avisamos de inmediato al párroco, al ecónomo, al catequista o al vigilante.
Si vivimos cerca de un lugar en el que se guardan bienes culturales y sentimos un ruido sospechoso o percibimos demasiado movimiento, debemos llamar a la policía porque pueden estar robando el museo, el centro cultural o la iglesia de nuestra localidad.
Si dejamos pasar la oportunidad de denunciar actos sospechosos, las autoridades correspondientes no podrán realizar acciones ni encontrar a los responsables de los delitos y quizás nunca se puedan recuperar los bienes culturales extraídos.
Denunciemos a los huaqueros, a los ladrones de iglesias, a los vendedores informales de huacos, a los invasores de sitios arqueológicos y cualquier ejecución de acciones que pueda afectar a los centros históricos de las ciudades.
La consulta
Además de la denuncia, podemos realizar consultas y formular preguntas vinculadas al patrimonio cultural de nuestra comunidad porque nos interesa, nos preocupa o, simplemente, por curiosidad. Por necesidad de saber algo más sobre nuestro patrimonio cultural.
Los siguientes son algunos ejemplos de consulta:
Si vivimos en una casona histórica y notamos que una de las paredes tiene grietas, podemos preguntar a los profesionales que trabajan en el INC de nuestra localidad cómo hacer para evitar que estas grietas se expandan o se repitan en otras paredes de la casa.
También podemos acudir al INC de la región y preguntar a las personas encargadas si cuentan con material educativo sobre el patrimonio cultural de la zona.
Podemos presentar al INC de nuestra localidad un proyecto para mejorar el cuidado del sitio arqueológico del pueblo en el que vivimos.
Recordemos que la autoridad cultural está a nuestro servicio, que puede ayudarnos a encontrar la solución o hallar el problema que afecta al patrimonio cultural de nuestra comunidad y que juntos podemos resolver mejor las diversas situaciones.
La acción
Mediante nuestra acción rápida, directa y decidida podemos participar en la conservación y defensa de nuestro patrimonio cultural. Podemos realizar las siguientes acciones:
Tomar parte en una jornada de recojo de basura en un sitio arqueológico de la comunidad.
Orientar al público en un museo.
Apoyar las labores de inventario y registro del INC de la localidad.
Respetar siempre las normas y señales para la buena conservación de nuestro patrimonio: no trepar a los muros arqueológicos para evitar cualquier daño posible; no recoger material arqueológico para formar museos escolares o para colecciones particulares; no poner el dedo en las pinturas; no tirar basura en los monumentos; no tomar fotografías con flash a las obras de arte; respetar los senderos peatonales durante la visita a sitios arqueológicos; etc. Evitar las acciones negativas también es una forma de participación ciudadana.
Fuente: INC
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